jueves, 5 de febrero de 2009

LA VENGANZA Y EDGAR ALLAN POE


Arriba la portada del libro „Hop Frog“.La ilustración es de Alberto Vázquez http://www.albertovazquez.net/


Dicen que la venganza es dulce; y otros, que la venganza produce una mala fotocopia de la justicia, porque, sencillamente, persigue el dolor sobre el dolor del oponente o contrario. El ojo por ojo sólo acarrea que nos volvamos ciegos decía Mahatma Gandhi. En la literatura el tema de la venganza se desliza como aceite sobre el agua, allí están como prueba la Iliada, Hamlet o Moby Dick, además, los casos de venganza por haber escrito obras en contraposición a ciertos preceptos establecidos, pesan sobre algunos escritores contemporáneos, como el caso de Salman Rushdie y Roberto Saviano. En la cultura japonesa el „katakiuchi” jugaba un rol de honor vengativo dentro del código familiar. Y su literatura no se desliga de ese componente poco idiosincrásico, léase por ejemplo al maestro Yasunari Kawabata o echar un vistazo a los mangas de Hiroaki Samura. No se olviden que lo moral es un invento del hombre y lo malo y lo bueno es un asunto cultural, así que, necesariamente, no deberían estar de acuerdo conmigo, aunque, quizá, la ley del talión que todos llevamos dentro en forma silenciosa, nos agobie a todos en algún momento de nuestras vidas al mirarnos al espejo o, al sacar la basura debajo de las alfombras de nuestra biografía personal. Existe un famoso proverbio que dice que "la venganza es un plato que se sirve frío" cuyo origen es la novela "Les liaisons dangereuses", escrita por el militar francés Pierre Choderlos de Laclos en el siglo XVIII. Y ¿a qué viene todo este rrollo de la venganza?. Es que, acabo de releer el último cuento que escribió Edgar Allan Poe titulado “Hop-Frog”.


Edgar Allan Poe, cuyo dos siglos de nacimiento se conmemora este 2009, es uno de los autores que sigue produciendo en todos sus lectores una profunda frontera entre el espanto y la pesadilla, pero sobre todo, una admiración por su genialidad e inteligencia para escribir cuentos.


“Hop-Frog” es uno de esos cuentos que empieza abriendo dos surcos entre sus personajes. Por un lado están los afables, dos bufones, Hop Frog y Trippetta, que viven condescendientemente con su destino, que es hacer reír al amo de la casa: el rey. Y por otro lado, están los malos del cuento: el rey, y, sus siete ministros que se parecen todos al jefe “hombres de contextura gruesa, corpulentos, aduladores y, también bromistas sin igual”. Todos los personajes de este cuento son amantes de la risa y la algarabía. Poe escribe al respecto:” Nunca conocí a nadie que sintiera tanto entusiasmo por las bromas como el rey. Daba la sensación que vivía solo para bromear. Contar una buena anécdota del tipo gracioso, y contarla bien, era la manera más segura de obtener su favor. Así pues, sus siete ministros eran personas conocidas por sus talentos como bromistas”.


Una vez al déspota rey se le ocurrió organizar un baile de disfraces; para ello reunió a sus ministros con el fin de inventar personajes enmascarados para la gran fiesta. Pero no lo consiguen, así que, recurren a Hop Frog, quien en esos momentos se encuentra acompañado por su amiga la bufona Trippetta. El rey ordena al bufón a idear personajes y le conmina a beber vino a sabiendas que Hop Frog no gusta de la bebida. Le grita y le obliga a beber. El enano bebe, mientras sus ojos están a punto de echar lágrimas porque es el día de su cumpleaños y recuerda a sus amigos ausentes. El rey colérico demanda al bufón los personajes para el baile de disfraces, pero este se queda completamente mudo. Entonces el rey insiste a que beba, en ello interviene Trippetta y le pide al rey que se compadezca de su amigo y lo deje tranquilo. El déspota arroja a la enana al piso y le lanza a la cara el contenido de la copa de vino.


En esas circunstancias se escucha un sonido rarísimo en el ambiente y Hop Frog tiene una idea: crear los personajes Los Ocho Orangutanes Encadenados. Entonces se pone manos a la obra, disfraza a los ministros y al rey como orangutanes, los empapa de brea, los encadena, mientras les dice que los personajes serán la sensación de la fiesta. El rey y sus asesores explotan de emoción.


Cuando la fiesta está en su máximo esplendor, los orangutanes salen y arman un escándalo de los mil demonios, pero Hop Frog que los había encadenado a todos juntos dando de esa manera la apariencia de animales fugados de algún lugar desconocido, se las ingenia para colgarlos desde el artificio de la gran de araña de luces que colgaba desde el centro del tragaluz en medio del barullo del salón de baile. Una mano desconocida los alza metros arriba, el enano se acerca a ellos con una antorcha para finiquitar su última broma: les prende fuego y huye por el tragaluz. Así murieron achicharrados los ocho orangutanes encadenados ante las miradas de los invitados.


Al final del cuento se lee:”Se cree que Trippetta, instalada en el techo del gran salón, había sido cómplice de su amigo en la feroz venganza, y que huyeron juntos hacia el país de ambos, pues nunca más se supo nada de ninguno de los dos”.


Se dice que Hop-Frog es el último cuento que escribió Edgar Allan Poe, pero no el único donde el tema de la venganza sale a relucir como lava salpicando su autobiografía. Ha sido un gusto releerlo un día jueves como hoy en medio del frío alemán y en plena invasión de informaciones de la crisis financiera que pulalan las cuatro esquinas de mi casa a través de los periódicos, revistas, radio, televisión e internet.

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